Después del cáncer: ¿Preparados?

¡Buenas noches de domingo!
 
¿Cómo ha ido el finde? El mío fenomenal, ayer tuve una boda preciosa (como se intuye en la foto que encabeza esta entrada). 
Vi el mar, estuve con buenos amigos, me reí mucho y bailé toda la noche. ¡Cargando pilas, vamos!
 
 Tenía muchas ganas de escribiros, y lo estoy haciendo, ¡no creáis que me olvido! Lo que ocurre es que esta semana he empezado a trabajar. Todo un reto después del año que llevo de tratamientos. Y es que la etapa de «después del cáncer» tiene sus complejidades. Entran en juego demasiados factores (físico, psicológico, emocional, social…) y te conviertes en un malabarista haciendo equilibrios  para que ninguno se descuelgue. Creo que cuando consigues que estén alineados es cuando estás preparado para volver, o para empezar… En mi caso.

 
Huelga decir que lo primero es encontrarte bien físicamente. Tu cuerpo lleva un año en guerra, defendiéndose de múltiples atentados. Aunque ha conseguido salir victorioso, le han dado fuerte, ha sufrido bajas y ahora le toca seguir trabajando para reparar el daño.  La toxicidad de la quimioterapia no se elimina con la última sesión sino que tarda meses en irse. Cirugía y radioterapia también hacen mella físicamente. La doctora que me veía durante la radio (que fue mi último tratamiento) me recomendó esperar al menos 6 meses desde que la terminara para incorporarme a un ritmo de vida «normal».
A medida que avanzan las semanas desde la última quimio te das cuenta de que antes ibas «con la primera» puesta. Hacia adelante y en marcha ,sí, pero casi por inercia y sin consumir gasolina. Pasa el tiempo y cada vez vas haciendo más planes, te interesan y te preocupan otras cosas, miras más hacia el futuro y vas subiendo de revoluciones. Tienes ganas de volver a la vida, pero sabes que has de hacerlo con cuidado y respetándote, poniendo en práctica todo lo aprendido.
 
Cuando te pasa algo así, te cuestionas si quieres seguir con tu vida de antes o si hay cosas que quieres cambiar. Es un punto de inflexión que no es fácil. Has salido por completo de tu zona de confort y lleva mucho trabajo reconstruirla. O quizá la clave no esté en reconstruirla sino aprender a adaptarse a los cambios con elegancia. No sabes bien a dónde vas pero sí tienes claro cómo quieres ir. Y ya sabéis que «si se va gozando no se puede estar equivocado«. 
 
Lo cierto es que tienes muchos meses para reflexionar de manera analítica, trascendental y constructiva. Dejas atrás un montón de prejuicios sociales y personales y emergen una serie de cualidades que considero que no todo el mundo es capaz de apreciar y aplicar (yo al menos antes, no lo era). Objetivamente la mente se despeja y ves claro lo que quieres o, como mínimo, lo que no quieres. Cambias residuos emocionales (lo que te ataba y ya no te parece que valga la pena) por nuevos recursos emocionales que empiezan a brotar como la primavera. Tienes claras cuáles son tus prioridades en esta vida y el bloque de necesidades vitales infranqueables e innegociables. Es verdad que para afrontar cualquier cambio se necesita valor… Y resulta que te sientes valiente por tu propia experiencia. Sientes que las decisiones de tu vida son solo tuyas y que tienes una enorme libertad para tomarlas; no tienes nada que perder ni que esconder, por lo que si quieres, puedes, porque te lo mereces. 
 
Una de mis decisiones reflexivas-constructivas fue no volver a ninguna oposición y aprender la práctica de la abogacía para enfocarlo hacia aquellas causas que más me llenaran. He de decir que terminada la quimioterapia, pasada la cirugía y en plena radioterapia tuve el arranque de empezar a trabajar. Supongo que el hecho de ir encontrándome más fuerte iba aumentando esa iniciativa. Además, por alguna extraña razón, pensaba que ya «me tocaba» producir y eso me presionaba. Lo intenté, pero vi claro que no era el momento. Mi cabeza aún iba lenta y mi cuerpo seguía trabajando para restaurarse. No podía estar a todo y necesitaba energía para lo principal. Lo vi cristalino y decidí recular y seguir con mi vida tranquila, de cuidarme y hacer otras actividades que me gustaran y se me hicieran más amenas: estudiar inglés, hacer cursos, voluntariados, escribir, buscar trabajo… pero de un modo más selectivo y sin presionarme. 
De esta manera han transcurrido los meses, con algún agobio puntual  derivado de mi mentalidad atareada (a la que voy educando), pero  muy tranquila y disfrutando muchísimo. ¡Cada vez tenía más fuerzas y lo mejor de todo es que eran para mí! No estaban destinadas a luchar contra oposiciones, cáncer o tratamientos, sino para invertirlas en mi recuperación. Esa inyección de fuerzas vertidas en mí misma las alimentaba y hacía que crecieran. En definitiva, le he estado dando a mi cuerpo y a mi mente ese tiempo de «después del cáncer» tan necesario. 
 
Se puede hablar perfectamente de que necesitas una rehabilitación integralNo creo que haya una duración de tiempo estándar para ello; depende de infinidad de variables y uno mismo es la mejor guía. Si dudas, quizá sea un indicio de que convendría esperar un poquito más. No hay ninguna prisa, ¡que lo que pasa mientras tanto es la vida misma vida y además con fuerzas para disfrutarla! 
 
Pasados estos meses de rehabilitación conmigo misma, la semana pasada empecé a trabajar en un despacho. Estoy contenta con este nuevo viaje que empiezo, sobre todo porque lo hago con mi maleta de aprendizajes y mis mínimos vitales para ser feliz muy claros. 
 
Esta semana no he podido escribir porque han sido demasiadas novedades las que me han requerido, pero por supuesto, seguiré haciéndolo, ¡que aún me queda muchíiiiiiiiiiiisimo que contar!
Espero poder publicar una entrada a la semana, pero si alguna vez, como ésta, no puedo, ¡a la siguiente semana aquí nos vemos! 
Esto es algo muy bonico y especial para mí y no quiero convertirlo en obligación, por eso no voy a fijar un día. Sé que con  mis «mínimos»claros encontraré el equilibrio necesario, respetando siempre aquellas facetas de mi vida que, aparte del trabajo, me llenan y me hacen muy feliz. Como me ocurre al escribir este blog, que para mí es descanso; «el sitio de mi recreo» que cantaba Antonio Vega. ¡Me encanta  escribir, interaccionar y aprender con vosotros! 
¡MUCHAS GRACIAS POR ESTAR AHÍ!
 

La libertad de la que hablo en el post, se plasma muy bien en esta frase que os dejo:

Y para despedirme, ya que me he referido a este espacio como «el sitio de mi recreo», os dejo esta preciosa canción de Antonio Vega.

 ¡¡Que tengáis una estupenda Semana Santa

¡¡¡A DISFRUTARLA!!!

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